8.12.08

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Ya convenimos en que se llamaba Captain Peace ¿no?, aclaró La Nena. Claro, sí, eso está decidido, respondieron Glinda, Martín y Ninfa. Hoy hay que hacer un final rosado, recordó Glinda, si respetamos el plan eso es lo que toca hoy. Entonces tenemos Captain Peace, tesoro sustraído de la Isla Central y final rosado, puntualizó La Nena que cada vez que se sentaba a inventar historias con los niños tenía que ponerse al día. El Captain Peace luego de navegar cinco mares en busca de un lugar seguro para esconder el cofre con el tesoro arriba a una esplendorosa y enorme ciudad, dijo Martín. De esas ciudades donde la gente camina sin mirar a los lados, donde hay siempre un olor a humo en el aire y el color que predomina es una mezcla de cemento con asfalto, más bien un gris, dijo La Nena. Había enormes rascacielos al lado de casitas y ranchitos pequeñitos, dijo Glinda. Finalmente el Captain Peace se decidió por el sótano de un edificio que parecía que estaría allí por mucho tiempo, dijo Ninfa. Unos veinte años por lo menos, dijo Martín. Era un edificio de esos que tienen rejitas en las ventanas como si fueran balconcitos, dijo Ninfa imitando a Glinda. Y el sótano era húmedo, oscuro, con olor a tubería, como corresponde a todo sótano bien imaginado, dijo La Nena. Y ahí llegó Peace con sus secuaces y su cofre lleno de arena, dijo Glinda. Pesaba muchísimo y aunque era un cofre que muy poca gente hubiera tenido la idea de robarse en una gran ciudad, no podía dejarse tan a la vista, para que cualquiera que entrara lo viera, dijo Martín. Entonces el Captain Peace mandó a sus secuaces a construir con madera, clavos y distintas pinturas de colores, una especie de escenario alrededor del cofre para que pareciera que se trataba en realidad de un cuadro en la pared y que todo era mentira, dijo Ninfa. Un cuadro en el que había bailarinas árabes sentadas sobre cojines rojos y dorados, en una tienda de esas que tienen los jeques en las películas, con muchas jarras, tapices y sedas por todos lados, y un infaltable olor a incienso, dijo La Nena. Pasaron semanas haciendo aquel cuadro para que si alguien entraba al sótano diera media vuelta diciendo aquí no hay nada, dijo Martín. Y cuando terminaron se fueron todos otra vez a recorrer el mundo porque tenían que esperar que pasara el tiempo, que la gente ya no se acordara de nada y poder recuperar entonces el tesoro de Isla Central, dijo Glinda. Y viajaron hasta la costa en un tren para buscar su barco, dijo Martín. Y ese día, cuando se echaron a la mar serena de nuevo, el sol brillaba al filo del horizonte con su acostumbrada luz rosada de crepúsculo... y ese es el final rosa que ustedes querían, dijo La Nena, porque ya nos están esperando para comer. Y se fueron todos corriendo porque se hacía tarde.

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