9.12.08

3a

–Ya era hora –decía La Nena viendo a Guillermo levantarse– no puede ser que estés durmiendo tranquilamente mientras todo se cierne a nuestro alrededor como una amenaza.

Las últimas palabras las había dicho como quien recita y Guillermo intentaba sonreir para demostrarle que comprendía el chiste a pesar de la hora. La olla estaba montada. Era enero. Lunes.

–¿Cuál es la novedad? –preguntó Guillermo como si cumpliera con un deber.

–Nada más que nuestro amigo el Decano –informó Luna– ha decidido intensificar su campaña de calumnias contra nuestro inofensivo colectivo.

–Te salió cacofónico, hermano –dijo Guillermo abriendo una lata de cerveza–. Y ¿qué hizo ahora? ¿contrató una agencia publicitaria?

–Algo así. Está haciendo uso de la tecnología comunicacional. No muy avanzada, en esta era multimedia, pero efectiva –dijo Ígor, y le alcanzó a Guillermo una especie de periódico de bolsillo.

–Adecentar... limpiar... hacer volver la luz a esta casa que vence las sombras... –leyó Guillermo–... palabras grandes.

–Palabras vibrantes –dijo Martín.

–...talantes –dijo Ninfa.

–...constantes –dijo Glinda.

–Cortantes –cerró Olga.

–Sin duda hay una posibilidad de acción ante esta afrenta –dijo Ígor.

–Tú y tus acciones –dijo Luna.

–Considérala, maestro, nada más considérala –dijo Ígor–. Si de lo que se trata es de una guerra discursiva, por el momento, porque en realidad creo que va a llegar bastante más acá dentro de poco. Decía que si de lo que se trata...

–Ya entendimos la premisa, puedes seguir –se impacientó Olga.

–Bueno, la respuesta sería elaborar también una campaña simbólica, ¿qué tal un par de datzibaos desplegados por ahí?

–¿Dacsi qué? –preguntó divertido Martín.

–Instruye a las masas ignorantes, oh maestro –pidió Ígor.

–Son carteles, grandes carteles que se cuelgan en las paredes donde la gente escribe lo que piensa y los lectores pueden responder en el mismo papel –condescendió a explicar Luna.

–¡Hagamos uno bien grande! –gritaron a coro los niños.

–Con letras de muchos colores –se entusiasmó La Nena.

–No sé... sería entrar en el juego. Si respondemos en el mismo terreno... –dijo Luna, y continuó en su mejor tono de cita– ...quedamos entre principios y en esa zona el poder siempre tiene razón.

–Pero podríamos cambiar el código ¿qué tal si hacemos un cómic? –propuso Ígor.

–...y el protagonista es el Captain Peace –dijo Glinda.

–Guillermo dibuja muy bien –admitió La Nena.

–...y le dibujaríamos un enorme barco pirata con su bandera negra, sus tibias y su calavera...–se entusiasmó Martín.

–Eso nos llevaría mucho tiempo –dijo Olga, atizando el fuego de la olla.

–...y en el último cuadro el capitán moriría atravesado por una flecha indígena impregnada de curare –continuó Ninfa.

–Tendríamos que buscar una gran cantidad de materiales: papel, pintura... –sacó cuentas Guillermo.

–¡Ánimo! ¡ánimo! –dijo Ígor–. Claro que podemos hacerlo, los niños tienen los personajes, La Nena tiene los lápices de colores, el maestro Luna tiene en su escondite secreto, junto con otros adminículos que es mejor no nombrar, un enorme rollo de papel para pancartas, la amiga Olga sostiene su exigua biblioteca sobre dos latas de pintura que deben servir para algo ... y nuestro nunca bien ponderado Guillermo dibuja como Da Vinci. ¿Qué más queremos?

–Ganas –dijo Guillermo.

¡Ah! ¡Quisiera no haber nacido!... –venía recitando Fausto por el pasillo techado.

–Ahora solamente falta Rebeca –dijo Martín.

Todos se acercaron a la olla. Guillermo terminó de vaciar su cerveza y se sentó sobre un ladrillo a esperar la llegada de la última invitada. Ígor se le acercó para insistirle en su idea de una tira cómica gigante con la que empapelarían el edificio de Ingeniería. Los niños ensayaban distintas posibilidades para la historia y Luna se rascaba la barba mostrando que no estaba convencido.

–¡Hijos de puta! ¡eso es lo que son todos! ¡unos malditos mal nacidos hijos de la grandísima puta que los parió! –se oyó gritar a Rebeca saliendo de Humanidades.

–Estamos completos. Vamos a comer que me muero de hambre –dijo Olga.

¡Ven, ven! La noche es cada vez menos obscura... –dijo Fausto.

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