8.12.08

2d

Es que es de noche, eso es todo lo que pasa, le había dicho La Nena a Luna. Era de noche, lunes, diciembre y hacía un mes que andaban todos como huyendo de un demonio. Aterrorizados. Luna siguió callado, mirando las pocas estrellas que pestañeaban –¿pestañeaban? pensó– allá arriba, por encima del techo del pasillo de Ingeniería sin sentir nostalgia alguna. Después dijo:

–Los astros a lo lejos no sienten nostalgia alguna.

–No me estás parando ni medio... –dijo La Nena.

Se callaron un rato mientras La Nena tarareaba una vieja canción. Un bolero tal vez.

–Ese es el problema –dijo dejando de cantar– no es solamente que es de noche, que casi no hay estrellas, que hace más bien frío... es que no logramos entender lo que hay realmente más allá de las palabras. Si entendiéramos, si sintiéramos, le daríamos mayor importancia a algunas cosas.

–¿Como cuáles? –preguntó Luna distraído.

–Como... no sé. Como lo de Paz Dávila.

–No, por favor, a esta hora no.

–Está bien, dejemos los asuntos públicos para las horas diurnas. Concentrémonos en lo privado.

–Aterriza ¿si?, tengo sueño.

–Siempre tienes sueño, o insomnio. Nunca estás en el estado de ánimo adecuado para hablar...

–Te oigo, te oigo...

–Cosas como que tú y yo seamos algo así como una pareja, pero nunca lo hayamos pretendido.

–¿Para dónde vas con ese rodeo?

–Tal vez lo que nos hace pareja, lo que hace que los demás nos consideren como pareja es el gesto, es la cara que uno pone, el tono en que uno se habla. Eso es lo que realmente comunica.

–Eso lo dijo un profesor ruso hace ya mucho rato.

–No me vengas con tus teóricos. Estoy hablando de algo bien concreto...

–Lo cual es...

–Que no entiendo cómo es que esto funciona.

–¿Para qué quieres entenderlo?

–Para elaborar algo así como una receta de la pareja ideal... –dijo La Nena en tono irónico.

–Eso ya se encargaron de hacerlo Sartre y la Beauvoir.

–No quiero un modelo intelectualoso que requiera de un libro de ochocientas páginas para que se entienda. Quiero una frase simple para anotarla en tres líneas en mi cuaderno rojo, ¿es mucho pedir?

Luna se rascó la cabeza. Se acomodó de lado moviéndose lentamente sobre su cuerpo para poder mirar la cara de La Nena, que seguía observando las estrellas.

–¿Con quién saliste hoy? -le preguntó sin apuro.

–Con aquél muchacho que se empeñó en brindarme una empanada el otro día en el pasillo de Farmacia ¿te acuerdas?

–Ajá -suspiró Luna.

–Bueno, con él. Se llama algo así como Roberto... en todo caso es un nombre con tres sílabas.

–¿Cómo estuvo?

–Raro.

–Eso es entonces lo que te pasa.

–¡Claro porque ustedes los hombres...

–¡No empieces con el discursito...

–...siempre resuelven todo por la vía...

–...feminista que ya...

–...de que nosotras sólo pensamos con la cuca!

–...me tiene harto!

Se rieron a carcajadas los dos. Despertaron a Fausto que gritó ¡Y entre tanto tú me adormeces con insípidas fiestas...!, desde su cama de cartones.

–Y seguro que se están manoseando de lo lindo allá arriba, y nosotros aquí... –dijo Ígor.

Olga no quiso responder.

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