19.12.08

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–Porque también habría que pensar hasta qué punto lo que estamos haciendo no es construir un fantasma que nos llene los huecos, tú sabes, los vacíos de sentido, los espacios en los que sólo podemos reconocer la ausencia de un propósito, de un impulso –dijo La Nena.

–Se te está pegando el tono académico de Luna –dijo Guillermo.

–El mimetismo de la convivencia. Termina uno pareciéndose al otro, es fatal –admitió La Nena.

–Un fantasma que tal vez sea lo único real –dijo Guillermo.

–No creo que debamos meter la realidad en esta historia –dijo La Nena.

–Bueno, “realidad” suena grande –dijo Guillermo dibujando las comillas en el aire– digamos que lo único estable, sólido.

–Supón que lo único estable que nos queda es el fantasma del amor, palabra gruesa, ¿no te parece que eso anularía demasiadas posibilidades intermedias? –dudó La Nena.

–¿Como cuáles? -preguntó Guillermo sin demasiado interés.

–La complicidad, la imitación, la sujeción, el dominio, la envidia, la admiración, la culpa, el acercamiento, las figuras tridimensionales, la música, la poesía... qué sé yo... -dijo La Nena.

–La poesía, ahí tienes, ¿no está siempre coqueteando con el tema del amor?

–No siempre.

–Pero casi. Un ser se enamora y ¡paf! escribe un poema -dijo Guillermo dando una palmada durísimo para mostrar su punto.

–Eso era antes. Ahora tal vez se trate de boleros: un ser se enamora y, en efecto, ¡paf! canta su bolero, llora sobre un bolero, inserta la rigurosa moneda en la rigurosísima rendija de la infaltable rokola y escucha destrozado un bolero –admite La Nena.

–Y hace poesía en el acto de repetir imágenes que condensen lo que siente, aunque estén rodeadas de musiquita y terminen ¡chan! ¡chan! –dice Guillermo.

–Así terminan los tangos –dice La Nena.

–Es lo mismo, tangos, boleros, baladas pop, poesía... la necesidad de explayar en un discurso lo que se siente, ése es el punto.

–Por eso es que te digo lo de llenar los huecos. ¿Qué es ese discurso sino argamasa, cemento, mezcla útil para que un ladrillo se pegue con otro y la casita nos quede de lo más ordenada?

–Y no venga el lobo a soplar y a soplar.

–Exacto -dice La Nena.

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