25.12.08

4b

Hoy toca Ceremonia de Iniciación, dijo Martín, que había esperado con emoción este día. Pero hay que tratar de que todo resulte como es debido, dijo Glinda. Solamente depende de nosotros, dijo Martín. Hoy nadie quiere jugar, aceptó Ninfa, así que nos toca solos. Por qué no invitamos a Rebeca, dijo Glinda. Estás loca, dijo Martín, será para que terminemos todos amoratados y sangrando. Tal vez esa sea la mejor Ceremonia, dijo Ninfa con un tono fúnebre. Déjense de cambios a mitad de camino, dijo impaciente Martín, dijimos que la Ceremonia era sagrada y secreta. Es lunes, es febrero, no podemos seguir esperando, insistió. Está bien, dijo Glinda. Empecemos, dijo Ninfa.

Era una noche de luna llena, empezó Martín. El viento se había detenido y nada se movía en medio de las ruinas de la ciudad destruida, dijo Glinda. El Capitain Peace había llegado con sus secuaces a rescatar el tesoro que había dejado oculto años atrás, dijo Ninfa. Pero antes del rescate era necesario que sus hombres pasaran por La Ceremonia, dijo Martín que seguía impaciente. Todo estaba dispuesto, dijo Glinda acercando las cajas, los platos y el vaso, las velas y el cuchillo. Cada uno de ellos debía beber la sangre y compartir el alimento sagrado, dijo Ninfa, sirviendo en los platos las cucarachas abiertas en dos y aderezadas con sal. El Captain Peace alzó la copa con su sangre y dijo “tomad y bebed todos de él porque éste es el caliz de mi sangre”, dijo Martín levantando sobre su cabeza el vaso sin mostrar un solo gesto de dolor. “Sangre de la alianza nueva y eterna...”, dijeron a coro Glinda y Ninfa. Todos tomaron, dijo Martín, pasando el vaso. Luego el Captain Peace levantó el alimento sagrado y dijo “comed todos de él porque éste es el símbolo de nuestra unión frente a nuestros enemigos pasados, presentes y futuros”, dijo Glinda. Todos comieron, dijo Ninfa levantando el plato.

Todo estaba en silencio cuando los piratas finalizaron La Ceremonia, dijo Ninfa bajando el plato. El viento había vuelto a soplar y una lluvia menuda lo mojaba todo, dijo Glinda.
Entonces el Captain Peace se levantó como iluminado y caminó derecho hacia el edificio en el que habían escondido su tesoro, dijo Martín. Sus hombres lo siguieron en respetuoso silencio, dijo Ninfa. Cuando llegaron a las ruinas del edificio predestinado, dijo Glinda, el Captain Peace se detuvo y desenvainó su espada. Se hincó de rodillas y murmuró un agradecimiento, dijo Martín. Luego entraron y bajaron al sótano, dijo Ninfa. Pero algo extraño parecía haber sucedido, dijo Glinda. ¿Qué pasó? dijeron Martín y Ninfa que no se esperaban ningún cambio de planes. Que el tesoro ya no estaba, dijo Glinda. ¿Cómo que no? ¡Eso no lo habíamos dicho, así no se vale! dijo Martín furioso. No todo tiene que ser como estaba previsto, dijo Ninfa. Por supuesto que no, dijo Glinda, yo no lo veo ya, yo no veo el tesoro donde lo dejaron, por eso es que no está. Entonces ¿cómo va a seguir la historia? preguntó Martín con angustia. Pues no sé, supongo que tenemos que averiguarlo, dijo Glinda. Y salieron todos corriendo porque se les hacía tarde.

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